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Columnistas

Los hechos y sus resonancias

5 junio 2024
Bar La Teja Osuna
Archivo: Miguel Caballo
Anastasio Álvarez Martín

Licenciado en Filología Románica. Profesor en Lora del Río, Fuengirola y Málaga, donde se jubiló. Participó en experiencias y publicaciones sobre Departamentos de Orientación Escolar. Colaborador de la revista Spin Cero, galardonada en 2003 con el Reconocimiento al Mérito en el Ámbito Educativo, e impulsor de la revista-homenaje Picassiana. Editor de Todos con Proteo, publicación colectiva en favor de la Librería Proteo tras su incendio. Desde 2006 mantiene el blog La Agenda de Zalabardo.

Autor de cuentos y novelas, de las que ha publicado tres, una permanece inédita y una quinta está en proceso de creación. Reside en Málaga.

Decía Walt Whitman mirando a unos bueyes: «¿Qué expresáis con vuestros ojos? / Me parece que más que todos los libros que he leído en mi vida». Bella forma de decir que se aprende más del entorno que de lo que vemos en los libros. Mariano Zamora ―padre de mi querido y añorado Pepe Zamora― no era poeta; era un hombre de campo cuyas palabras encerraban mucha sabiduría. Un día lo oí decir que no hay más secreto que saber «seguir la fuéllega», o sea, dejarnos guiar por quienes antes hollaron el suelo que ahora pisamos. Por fuerza, los lugares, las personas, los momentos que constituyen nuestra vida, deben dejar una huella: el eco de una voz, el perfil de unos rostros, la fugacidad de un instante. Seguir esos ecos, perfiles y fugacidades apuntala nuestro recuerdo.

El contrapeso a lo que digo lo pone el tiempo, lo único perdurable que existe. El tiempo deshace todo, como se degrada el azogue en el espejo, borrándonos el reflejo que un día nos devolvía. Por eso los hechos pierden consistencia e incluso, cuando las necesitamos, no encontramos las palabras necesarias para referirnos a ellos. Decía Walt Whitman en otro poema que no sabía si le preocupaban los hechos o su resonancia.

Algo semejante me ocurre cuando pienso en Osuna. Tras tantos años fuera, ¿hasta qué punto los ecos y resonancias que aún perviven en mí reflejan con exactitud los hechos que pretenden ser memoria? ¿Hasta qué punto fueron como los imagino? ¿Caminaré por la rectitud de la fuéllega o ando extraviado porque las resonancias que pretendo seguir se han ido desvaneciendo como el sonido de una campana que queda flotando en el aire?

Coronación Arahal

José María Blanco White, escritor sevillano del siglo XVIII que tuvo que exiliarse a Inglaterra por sus ideas políticas y religiosas, estuvo muy ligado a Osuna. En su Universidad se licenció en Teología, en 1769, y fue amigo de ursaonenses ilustres, como Manuel María Arjona o Antonio María García Blanco, con quienes participó en la Academia Silé, fundada por intelectuales liberales de nuestro pueblo que se reunían en el Cortijo del Ciprés, muy cerca del Calvario. Blanco White habló de nuestro pueblo en su memorable Cartas de España (1822), escrita originalmente en inglés y que no tuvo traducción española ni se editó en nuestro país hasta 1972.

En ese libro compone una agridulce estampa de Osuna. Elogia algunas cosas, pero denuncia otras: la frontera que separa las clases privilegiadas de las más humildes, o la influencia de la religión sobre la vida social. Si, doscientos años después, trato de analizar la sociedad que yo viví, encuentro restos de lo que Blanco White decía. Entonces no los veía, porque hay reflexiones que ningún niño se hace y solo son posibles cuando se alcanza la madurez. Recuerdo, a eso voy, los grupos de jornaleros reunidos junto al bar La Teja, en espera de un manijero que los contratara para echar unas peonadas en el campo. Recuerdo también que, para mantener a sus familias, algunos hombres se echaban a recolectar lo que el campo libremente les daba según las estaciones: madroños, espárragos, majoletos, palmitos, tagarninas…; o a poner trampas ―costillas, redes― para cazar pajaritos; o a recoger ramas para hacer cisco…

Bar la Teja

Pero, ya digo, de muchas de estas cosas no era consciente entonces y las he aprendido más tarde; he oído hablar y he leído sobre ellas, pero en aquellos tiempos no sabía interpretar la mirada de que habla Whitman ni sabía si seguía la recta fuéllega de que hablaba Mariano Zamora. Sin embargo, hay un hecho cuya naturaleza persiste en mi memoria con tanta fuerza que apaga el eco que pudiera haber dejado y dejó una resonancia que no cesa: hasta dónde podía llegar el poder censor de una institución. Porque, ¿qué estigmatiza a nadie más que la censura?

Sería el año 1964 o 1965. Terminaba los estudios de bachillerato. En una población que siempre pudo presumir de inquietudes intelectuales, los más jóvenes tratábamos de seguir a nuestros hermanos mayores. No mucho antes de lo que cuento, estos prepararon una sesión de teatro leído ―Dos madres, de Unamuno, me parece recordar― Nosotros, emuladores, proyectamos una escenificación de poemas acompañados de ilustraciones musicales. Con guion mío, intervinieron Angelita Fernández, José Manuel Ramírez ―a quienes agradezco su ayuda para recomponer todo el elenco―, Manolo Narbona, Pepe Zamora, Paco Crespo, Cristina Reina, José Luis Pérez y Maite González. Era una historia de amor bastante ñoña ―entonces no nos lo parecía― montada sobre poemas de Manuel Machado, Gabriela Mistral y otros poetas.

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Pero no pudo ser. Se nos censuró. El director espiritual del instituto exigió ver el guion antes de autorizarlo; lo tachó de inmoral y de no sé cuántas cosas más. La representación fue prohibida. Se corrió la voz por el pueblo. Mis padres me preguntaban horrorizados qué había escrito. Se hablaba de ello en los salones del Casino. Incluso el Cronista Oficial de la Villa, Juan J. Rivera Avalos, me paró un día en la calle y tras oír mi versión de los hechos, me dijo de manera vehemente: «¡La censura, que no duerme!». Eso sí, al año siguiente conseguimos representar Estampa de otoño, que era su título.

65 Estampa otoño

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Anastasio Álvarez Martín
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Licenciado en Filología Románica.Profesor en Lora del Río, Fuengirola y Málaga, donde se jubiló. Participó en experiencias y publicaciones sobre Departamentos de OrientaciónEscolar. Colaborador de la revistaSpin Cero,galardonadaen 2003conel Reconocimiento al Mérito en el Ámbito Educativo, e impulsor de la revista-homenajePicassiana. Editor deTodos con Proteo, publicación colectiva en favor de la Librería Proteo tras su incendio.Desde 2006 mantiene el blogLa Agenda deZalabardo.

Autor de cuentos y novelas, de las que ha publicado tres, una permanece inédita y una quinta está en proceso decreación. Reside en Málaga.

Anastasio Álvarez Martín 5 junio 2024
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