
Desde un convento que huele a miel y almendras hasta un restaurante que rinde culto al tomate, la provincia de Sevilla es mucho más que gazpacho y pescaíto frito. Así lo demuestra National Geographic en su selección de los pueblos de Sevilla donde mejor se come, un recorrido que atraviesa la campiña, las sierras y el Aljarafe, “salpicado de cocinas estupendas y de restaurantes capaces de cambiar el turismo de un destino”.
Este safari gastronómico presenta nueve pueblos que son, en palabras de la revista, “nueve excusas para salirse de la capital sevillana… o para completar este gastro-rally”. Todos tienen algo en común: una cocina con identidad, basada en el producto, las recetas de siempre y un talento que sorprende.
Dulces conventuales, chacinas serranas y tomates de leyenda
En Osuna, la cocina empieza por la cuchara y termina en el obrador. Aquí no hay que irse sin probar la ardoria, los guisos de tagarninas, las repopalillas de Cuaresma y, sobre todo, los bizcochos marroquíes. Elaborados en el monasterio de la Purísima Concepción, son, según National Geographic, “una delicia de leyenda con apenas tres ingredientes y que es tan esponjoso como etéreo”.
Más al norte, en plena Sierra Morena, encontramos Cazalla de la Sierra. No solo da nombre a un destilado famoso: “Son muy pocas las localidades que pueden presumir de bautizar a un destilado”, recuerda la publicación. Pero además de anís, aquí se disfruta de “embutidos ibéricos, chacinas a base de caza y también corderos”.
En Estepa, el olor a canela y almendra anuncia la llegada del mantecado. “Un pueblo que se convierte en un obrador abierto durante meses”, donde destacan marcas como La Colchona o La Despensa de Palacio. Aunque cualquier momento del año es bueno para visitar esta localidad golosa.
Tierra de aceite, molletes, tomate y pachocha
Casariche rinde culto al olivo. Su aceite es fundamental, como también lo son las aceitunas aliñás con piel de naranja y platos como las naranjas picás con bacalao. De postre, bollos maimones, hojuelas –aquí llamadas ajuelas– y roscos de Semana Santa.
En Marchena, los conventos son reposteros y el ajo se sirve caliente. “Las masas son protagónicas”, afirman desde National Geographic. Allí, el bizcocho marchenero, los molletes de Hermanos Reina Corpas, el cocido marchenero y el ajo molinero resumen el alma gastronómica del pueblo.
Si hablamos de identidad repostera, hay que citar Castilleja de la Cuesta. Aquí nacen las tortas de aceite de Inés Rosales, tan universales que cuentan con “una marca de garantía a nivel europeo como especialidad tradicional garantizada”. Antes del postre, el restaurante 12 Tapas propone una visión moderna de la cocina del Aljarafe.
Platos de cuchara, frituras, arroz y mucho sabor rural
La cocina de Morón de la Frontera respira primavera. Aquí, la “trinidad gastronómica” se compone de tagarninas y espárragos, cabrillas y caracoles y una cola de toro digna de culto. Se pueden probar en lugares como Casa Chacón o El Salguero, y también en la moderna enoteca Cal Viva.
Los Palacios y Villafranca no es solo tierra de tomates, es la patria del bombón colorao, como llaman aquí al tomate local. “Uno de los tomates más dulces de España”, dice National Geographic. Se acompaña con fritá, albur en adobo, piriñacas y hasta la mítica pachocha, ese gazpacho rural donde el pan es protagonista. Casas como Manolo Mayo o Casa Moral dan forma a esta sinfonía de sabores.
Cierra la lista Carmona, “pecado es no hacer un alto en templos como el Bar Goya”, escribe la revista, y probar sus pavías de bacalao. También se recomiendan las espinacas con garbanzos de Mingalario, los potajes y, por supuesto, los dulces del convento: torta inglesa de cabello de ángel, un bocado casi celestial.
Una provincia para saborear sin prisas
La selección de National Geographic es clara: Sevilla no solo se ve, se come. De norte a sur, sus pueblos ofrecen una gastronomía rica, diversa y profundamente local. Desde dulces de clausura a guisos de campo, desde chacinas ancestrales hasta reinterpretaciones modernas, esta provincia demuestra que hay mucho más allá de la capital.
Como bien concluye el artículo: “Esta provincia hace suyo el mar i muntanya tan típico de Cataluña, pero con muchos matices y, sobre todo, muchas sorpresas”.
