
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.
El estado del bienestar social ha afrontado desde su nacimiento grandes desafíos sociales, económicos, demográficos o de seguridad, por decir solo algunos. Su principal objetivo no es otro que ofrecer a la ciudadanía cada vez mayores cotas de servicios sociales, eficiencia, seguridad y confianza. Esta idea, nacida en la Alemania de finales del XIX, ha caracterizado desde entonces el desarrollo del conjunto de Europa.
El desarrollo económico y las garantías sociales se supone que debían promover la aparición de una sociedad más justa, culta, con derechos laborales sólidos, amplias garantías sociales y posibilidades de desarrollo y estabilidad personal. Algo, digámoslo claramente, a lo que no tiene acceso casi 3/4 partes del planeta.
Sin embargo, nuestros niños no son felices. No se sienten satisfechos. Hay muchas maneras de constatarlo, pero sobre todo hay una que hiela la sangre por extrema y por dramática. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en España se suicidan de media 12 personas al día. Y, además, esas personas son cada vez más jóvenes, de manera que desde hace tiempo se cuentan a partir de los 9 años. La media de la población infantil se sitúa en 15 años. ¡Quince años! El suicidio es desde hace mucho tiempo la principal causa de muerte no natural.
La generación que sufrió el rigor de la posguerra española procuró educar a sus hijos de una manera menos austera. Estos hijos afrontaron la educación de la actual generación de niños y jóvenes, por un lado, de una forma más desahogada económicamente y, por otro, en medio de importantes cambios culturales. En efecto, la imposible conciliación, el acceso a las nuevas tecnologías, los videojuegos, las redes sociales, la compra con envío inmediato a domicilio… Todo ha desembocado en una cultura de la inmediatez que genera perfiles impulsivos, compulsivos y con baja tolerancia a la frustración.
Ante infinidad de situaciones cotidianas que exigen actitud de resiliencia, esfuerzo, constancia, paciencia y sacrificio, la llamada “generación de cristal” reacciona con un mal control de la frustración. Esto provoca un aumento de la ansiedad basal y altos índices de agresividad hacia los demás y hacia uno mismo (conducta autolítica). De hecho, los casos de trastornos de personalidad y los cuadros afectivos han aumentado significativamente en la infancia y la adolescencia, si bien este cambio de paradigma sociocultural también está afectando a distintas franjas de población más allá de la infantojuvenil.
Tras la pandemia, el diagnóstico de trastornos psiquiátricos se ha multiplicado por dos. En general, aunque no hayan aumentado exponencialmente trastornos como la esquizofrenia o la bipolaridad, sí se puede decir que hay un grave empeoramiento de la salud mental en general, con abundancia de trastornos emocionales, depresivos, estrés o ansiedad, que hablan de la extensión de una mala salud mental entre los españoles.
Otros factores como el desarrollo temprano de adicciones tecnológicas o el acceso a las drogas legales e ilegales potencian la ideación suicida y los comportamientos autolíticos. Las adicciones tienen una relación muy estrecha con el suicidio. Diversos estudios -como los realizados por J.T. Cavanagh- han establecido que la adicción a las drogas ilegales multiplica por 17 la tasa de riesgo de suicidio en población. Sin ir más lejos, el 85% de los adictos que manifiestan deseos suicidas consumen cocaína, siendo la droga de mayor prevalencia de comportamiento autolítico. España, solo detrás de EE.UU., es el país de mayor consumo de cocaína por persona. En nuestras clínicas tenemos chavales que empezaron con tan solo 12 añitos… Además, el 38% de los suicidas presentan comorbilidad entre un trastorno por abuso de sustancias y otra patología psiquiátrica. Ambos interaccionan entre sí, multiplicando los riesgos relativos a cada patología.
Y la Seguridad Social colapsada. La ratio de profesionales por paciente, así como el número de plazas de Psiquiatras y Psicólogos Clínicos es a todas luces insuficiente. Además, está afectando a la salud mental y a la calidad de vida del personal sanitario, que no para de solicitar y buscar medios adecuados para ofrecer una mejor atención. Esto hace que muchas personas con perfiles de riesgo autolítico o con uno o varios intentos frustrados, no puedan recibir las ayudas adecuadas para su trastorno ni el acompañamiento clínico necesario.
Súmele usted el bullying, el ciberacoso, el poco tiempo de calidad que le dedicamos a los hijos, el relativismo social sobre los valores vertebrales de la propia vida, los cambios culturales asumidos y por asumir, la polarización social, el miedo al futuro incierto de nuestro planeta, la amenaza cercana de la guerra, el riesgo de un conflicto total entre naciones que cada vez poseen armas más mortíferas…
Nadie puede pensar que vive en un estado del bienestar mientras se suicidan nuestros niños. Hablan las estadísticas. ¿Son alarmistas o todavía le parece a alguien que podemos relajarnos y dejar caer los brazos?
Este viernes me dijo Ekene, el chico que vende pañuelos en el semáforo, que el día antes había muerto su hermano mayor tras luchar poco más de un año con el cáncer. Dejaba viuda y cuatro hijos, el mayor de solo 10 años. Los niños y su mamá se quedan sin ninguna ayuda. “Mi gemelo y yo les mandaremos dinero a Nigeria para ayudarles. Son fuertes, saldrán adelante”.
