Borja Jiménez salva la resaca y Luque Teruel se excede en el premio
Crítico taurino de El Pespunte
Vivir tardes como estas después de una borrachera de magia como la del día de ayer hace que todo pese más que si, tras una tarde medio qué, tragas con esto. Morante y su figura toreadora aún pululaban en los bajos del diez. La tarde llevaba el sello de Borja Jiménez por cada arista del mismo. Iba a hacer el paseíllo con dos figuras que ya empezaban a pesarle a Sevilla. Tenía el cartel todo lo necesario para que el de Espartinas siguiera su camino al asentamiento en primera línea: categoría y oportunidad de oro. La pena, a cargo de Jandilla, que hunde el viernes de feria y reedita un petardo tremendo en la Maestranza. Menos mal que el sevillano, en la última bala de la tarde, nos salvó a todos de este encuentro con lo peor que tienen las tardes de toro. De lo que no nos salvamos es del escándalo presidencial.
Modélico en sus hechuras, serio y cuajado y de cara recogida pero con longitud de pitón, “Vandálico” era la representación gráfica del toro de Sevilla. Apuntó clase y profundidad, humillación y ese punto de casta que mantenía al que paga enchufado a la lidia. Incómodo con el toro Sebastián Castella desde que no se le quedó en el capote tras abrir la tarde en la puerta de toriles. La desconfianza haría que lo lidiara él, pese a que dicha circunstancia hiciera que la pulcritud de quien lo practica todas las tardes no estuviera presente. Hacía tiempo que no se veía a un matador colocando en suerte a su toro. Lo cogió Viotti y ahora sí, terminó de ordenar aquello. Lo mejor de la tarde junto a la categoría y el poso de José Chacón, que por mucho que la exquisitez presida su hacer cada tarde, no debemos pasarlo por alto. Saludó junto a un Alberto Zayas que también rayó a gran altura. Lo que se intuía como boyante en una embestida era poca capacidad de repetición y un viaje a saltos. Desilusión es la palabra. Castella no pasó del compromiso y se le notó la incomodidad que se percibió de salida.
Cuajó Manzanares al segundo a la verónica, soltando con las muñecas en pequeños espacios y cortos tiempos para engarzar las siguientes. Comprometido estuvo Jose María con uno que cazó moscas en un par de ocasiones y se coló por los adentros en otro puñado de ellas. Menos fuerte que su hermano, el negro que sorteó el alicantino fue uno de esos animales que a la mínima se te sube a las barbas. Sensacional disposición del alicantino, que, desde luego, lo intentó.
Borja Jiménez no pudo pasar de la seriedad total con el bronco y deslucido albahío que pisó el ruedo en el tercer capítulo. Era el segundo toro que se venía abajo tras unos primeros tercios llenos de movilidad y cierta esperanza. Empezaba a palparse en el respetable una oscuridad en los ánimos más que definitoria. El hacer de Borja estuvo cimentado en el medio muletazo. Intentó engancharlo delante, pero el animal pegaba un salto en el embroque tremendamente desagradable. No hubo opción. Pinchó y al segundo encuentro mandó al desolladero al guapo y musculado oponente.
Seguíamos conformándonos con ese gran tercio de banderillas del segundo cuando definitivamente la tarde se asentó en el hastío y la desesperación al ver que la corrida de Jandilla no rompía en absoluto. Deslucida y bronca en su totalidad y con algún pájaro, como por ejemplo este que daba continuidad al aburrimiento. Porfió Castella con uno que tenía las dificultades afiladas en unas puntas que pudieron echarle mano en varias ocasiones. En el capote de Chacón se empezó a acostar para acabar metiéndose por dentro descaradamente. No había manera de librarnos de la losa que Jandilla nos estaba poniendo en todo lo alto.
Jarabe de palo le dio Paco María al escurridito quinto, que quedaba en la frontera de lo mal presentado por muy poco. La frialdad ya convivía con nosotros y este ya desató la ira de ciertos aficionados del tendido doce. Sintomático de que algo está cambiando es que, en tarde de figuras, surjan protestas. Normalmente, el público ocasional que reina en estas citas traga con todo… Cogió la espada rápido Manzanares para finiquitar el lío.
Plenos en hartazgo, se llevó el sexto un grito que definió su presentación: “¡Vaya novillo!” Comenzó pegando arreones a los banderilleros y acabó entregadito en la muleta de Borja, que comenzó en los medios pasándoselo por la espalda para soltar al público del coágulo de desesperación en el vivíamos instalados. Series profundas, corridas con la mano arrastrada y dando todo lo que tenía dentro. “Juncal” empujaba la obra a que siguiera ascendiendo mientras las espaldas de los aficionados se sacudían el tedio. La dimensión fue maravillosa y la oreja era de un peso mayúsculo. Como para coger aire para el martes de farolillos, pero Luque Teruel se contagió del ambiente fiestero y orejero del personal y sacó los dos pañuelos. Borja tendrá ahora que lidiar con el debate del rigor y todo lo que conlleva porque evidentemente, no era de dos orejas. Debemos volver a quedarnos con el poso adquirido por un torero que sigue agrandando sus capacidades. Como si pidiera más cada vez que se pone delante de un toro.
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla
7ª de abono. 3/4 de plaza.
Toros de Jandilla: Correctos de presentación salvo el 6º y de juego deslucido salvo dicho 6º, que tuvo clase.
Sebastián Castella: Silencio y palmas.
Jose María Manzanares: Silencio en su lote.
Borja Jiménez: Silencio y dos orejas.
Saludaron José Chacón y Alberto Zayas en el 2º.
