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Carta a Álvaro Reina

Carta a Álvaro Reina

Estimado amigo Álvaro:

Nunca te he visto, nunca me has visto, nunca hemos tenido un contacto verbal presencial, pero sí numerosas comunicaciones telemáticas  y un proceso de colaboración en El Pespunte que ha propiciado una corriente empática de ida (y quiero creer que también de vuelta) con el resultado de una relación sincera y cordial.

Mi cooperación no fue fácil al principio, pues jamás había escrito para publicar. La razón estribó en una experiencia tenida al final de los años 40 o principio de los años 50, que te resumo: un amigo de Osuna escribió una novela, me pasó el manuscrito que yo leí con fruición, De ella no recuerdo su título, ignoro si llegó a publicarse y, en cuanto a su contenido, sólo me queda viva la imagen de “La procesión de las antorchas”.

Aquella lectura sacudió mi deseo de emular a mi amigo y di comienzo a un relato que, antes de terminarlo, se lo entregué a un tercer amigo, quien hizo de él una crítica demoledora.

Me invadió una oleada de frustración y sentí, como he escrito en algún sitio,  mi orgullo herido y mi osadía castigada. Releí el texto y comprendí. Tomé buena nota de mi inepcia para la escritura y me prometí no volver a intentarlo nunca más.

He cumplido mi compromiso durante más de 70 años. En lo sucesivo solamente he escrito documentos oficiales, recursos, informes, contratos privados, en fin, lo normal en la vida de las personas. ¡Ah!, también he escrito Mis recuerdos, un librito de apenas 300 páginas para lectura doméstica.

Pero apareciste tú y, como consecuencia de la presentación que te envié sobre D. Alfredo Malo Zarco, y con motivo del fallecimiento de su hijo Alfredo, me propusiste publicar la reseña que de la vida personal y profesional de D. Alfredo escribí en dicha presentación. Dudé y a punto estuve de rechazar tu oferta. Sin embargo, mi reluctancia quedó ahogada en las aguas de la siempre tentadora curiosidad y te di luz verde, si bien tuve que renunciar al compromiso de no escribir nunca para publicar fuera del ámbito privado, íntimo.

A partir de entonces, se inició una colaboración fluida que dura  ya casi  dos años y que terminó con mi artículo “Despedida” por las razones en él expuestas. Una colaboración que me ha permitido entablar comunicación contigo así como con tu padre, al que recuerdo con suma complacencia.

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Y respecto a la invitación que os dirigí para tomarnos un café,  ya ves que los avatares (entre los que incluyo tres accidentes consecutivos) de estos últimos tiempos lo han hecho inviable, pero sigue en pie, y no descartemos que la situación cambie y podamos vernos alrededor de una mesa con una taza de café delante y manteniendo una afable conversación.

Bueno, amigo Álvaro, nuestra relación “laboral” ha terminado formalmente, pero yo te quedo deudor y agradecido por invitarme a participar en las tareas de El Pespunte, lo que me ha dejado el beneficio de mantener mi menta abierta, ocupada y activa en estos últimos tiempos. A partir de ahora dedicaré mis horas a trabajos caseros, pero seguiré aquí con la esperanza de vernos algún día y, por supuesto, siempre a tu disposición.

Un fuerte abrazo virtual y pandémico.

Antonio Palop Serrano


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